domingo, 2 de octubre de 2016

El Destino de Paula 21



Capitulo 21:

CARLOS:
Junto mis labios con los suyos, pidiéndole permiso para un beso y al momento siento como me corresponde. Sus labios se abren dando paso a mi lengua que juega con la suya. Rodeo su cintura con mis manos y la atraigo más a mí. Ella pasa sus manos por mi cuello y me agarra del pelo (lo que me recuerda que debo cortármelo un poco, me lo he dejado crecer demasiado). El beso se va intensificando y yo me muevo con Paula acorralándola con la encimera. Le agarro un poco más fuerte y la levanto del suelo, sentándola en la encimera. Ella pega un gritito de la impresión, pero no me frena. Le separo las piernas y me cuelo entre ellas volviendo a juntar nuestros cuerpos, y la vuelvo a besar. Esta vez soy yo el que suelta un gutural gemido por su contacto.
 Me separo de Paula, a pesar que es algo que no me apetece nada.
-          Perdona Paula, pero necesitaba hacerlo, ya sabes lo mucho que me atraes y ahora mucho más que llevas nuestro bebe dentro. – le digo a Paula sin soltarla.
-          Si, jeje, no hay nada que perdonar Carlos. Sinceramente, no había pensado en ti de esa manera, pero si con tu otro…yo, es decir, “ojitos verdes” si me atraía, o su misterio. Pero al saber que eras tú… -
-          Yo como Carlos no te atraigo, vale, no pasa nada. –
-          No, no, no es eso Carlos. Tu…eres muy guapo, te has puesto muy guapo al crecer, y eres muy caballeroso, pocos de esos quedan hoy en día, pero yo…yo…no busco una relación seria ahora mismo, aunque sé que todo va a cambiar a partir de ahora. –
Todo esto me duele, siempre he estado enamorado de ella, en mi vida solo ha existido ella y ahora me dice que no quiere nada serio. Pues mis planes deberán cambiar y esperare, porque algún día será mía.
-          Gracias por los cumplidos Paula. Yo…puedo esperar a que estés preparada o a que quieras una relación, y espero que ese día sea yo el elegido. ¿Te acuerdas el día que comimos juntos? Te dije que había una chica…pues eras tú. Si he podido esperar todos estos años, podre esperar un poco más. –
Paula no contesta y se queda con la mirada perdida en algo detrás mío. No sé si eso es bueno o malo, porque no sé si se ha quedado sin palabras o está pensando todo lo que le he dicho. Nunca me he tenido que enfrentar a algo así, en mi época de instituto no estuve con ninguna chica, era el chico rarito que solo iba a estudiar y no tenía apenas amigos debido a mi enfermedad. Y en la universidad, no salía de fiesta, no podía a no ser que fuera Halloween o carnaval, así que tampoco salí con ninguna chica, y ya había probado los labios de Paula y no quería probar otros.
-          Carlos yo… - Paula por fin habla – no sé qué decir, son muchas cosas nuevas, muchas decisiones que tomar, esto se me hace grande, muy grande. – se baja de la encimera y se dirige al salón. La sigo sin decir ninguna palabra, no quiero agobiarla más de lo que debe estar. Se sienta en el sofá y yo me siento a su lado, ante todo quiero que sepa que podrá contar conmigo para cualquier problema. -  Mi vida ha cambiado tanto en estas últimas semanas que no sé cómo afrontarlo, me gustaba mi rutina, ir a trabajar, volver a casa, ver alguna peli los fines de semana, leer, salir a correr de vez en cuando… -
Se le rompe la voz al final y puedo ver las lágrimas cayéndole por las mejillas. Le aparto algunas con mi dedo y sin pensármelo dos veces le abrazo. Ella llora sobre mi hombro y la dejo desahogarse, tengo entendido que las embarazadas tienen cambios de humor muy repentinos. Y si además le añades todo por lo que está pasando Paula, hacemos una bomba explosiva.

PAULA:

No sé en qué momento deje de llorar, ni en qué momento me quede dormida, pero me despierto en una cama. Al despejarme un poco puedo ver que no es mi cama, ni mi habitación y de repente me doy cuenta que es lunes, miro la hora en el móvil y me levanto demasiado rápido, lo que me provoca un pequeño mareo y me siento en la cama un momento. Ya debería estar trabajando, ¿y Lucia? ¿Quién la ha recogido?
Me asusto un poco, pero recuerdo que estaba en casa de Carlos. Y que él es el jefe, espero que no me despida.
Me levanto con cuidado y salgo de la habitación, dándome cuenta que solo llevo una camiseta que supongo que es de Carlos… ¡Ay Dios mío! ¡Me ha quitado la ropa! Qué vergüenza… me giro y veo en la habitación que esta mi ropa bien dobladita en un sillón. Decido que es mejor vestirme, no es mi casa y no creo que este bien ir en bragas por ahí. Bajo las escaleras y lo primero que hago es dirigirme a la cocina, ya que de allí sale un olor a comida, que seguro está muy rica. Me está entrando un hambre voraz y no hay ni rastro de nauseas.
Entro en la cocina y me encuentro con una mujer mayor cocinando.
-          ¡Buenos días! Eh… - no sé qué más decir.
-          ¡Buenos días señorita! ¿Desea desayunar? Me ha dicho el señor Carlos que ayer no ceno nada, y seguro que ahora tendrá hambre. –
-          Si…bueno… Un zumo de naranja estaría bien, si tiene… -
-          ¿Solo un zumo señorita? Debe comer algo, el señor le ha traído sus vitaminas y necesita tomar algo con ellas. El señor Carlos me ha dicho que está usted en estado. –
-          Sí, eso es cierto. Bueno, tomare unas galletas, saladas si tienes, o una tostada con aceite de oliva. –
-          Está bien señorita. ¿Puedo ayudarla en algo más? –
-          Eh… ¿Sabes dónde está Carlos? –
-          El señor está en su despacho. Hoy no va a trabajar. –
Le doy las gracias a la señora y le pregunto su nombre, con tanta sorpresa y tanta pregunta se me había olvidado preguntarle su nombre. Me despido de ella y voy al despacho de Carlos. Toco la puerta y abro un poco pidiendo permiso para entrar. Carlos está hablando por teléfono, pero me hace una seña con la mano para que entre.
-          Si, si... Mándame los informes por e-mail… Está bien, mañana a primera hora lo miramos bien, antes de la reunión… Vale, hasta mañana. – se despide Carlos de con quien estuviera hablando y me dedica una de sus sonrisas. - ¡Buenos días preciosa! Espero que hayas dormido bien. –
-          Si…he descansado bien. ¿Por qué no me has despertado para ir a trabajar? Es lunes, deberíamos estar en el laboratorio. Ni siquiera he avisado de que no iba… -
-          Tranquila Paula. Ayer llame a tu amiga Lucia, desde tu móvil, cuando te dormiste. Le dije que avisara en el laboratorio que hoy no ibas a ir, que te encontrabas mal anímicamente. Supongo que sabe algo, porque no me hizo ninguna pregunta, solo me dijo “cuida de ella”. –
-          Sabe muchas cosas, ella es mi mejor amiga, mi apoyo aquí en Madrid y nos contamos todo. – me sorprende que Lucia no preguntase nada, teniendo la oportunidad a huevo. Aunque supongo que al decirle Carlos que me encontraba mal, no quiso molestar mucho.
-          ¿Has desayunado ya? Ángeles está en la cocina, puedes pedirle… -
-          Ya la he visto, le he pedido un zumo y tostadas, supongo que me lo traerá aquí…o no, me voy a la cocina a desayunar. – le interrumpo.
-          Puedes desayunar aquí, en la mesita de allí, le pediré yo también un zumo y desayunare contigo. –
Carlos se acerca a la puerta y llama a su sirvienta para que nos traiga el desayuno al despacho. No es el sitio más bonito de la casa, pero si él tiene que estar pendiente del ordenador, no seré yo quien le despiste del trabajo. Le pregunto por qué no ha ido él a trabajar y me dice que ha avisado que tiene asuntos pendientes en casa, solo para quedarse conmigo hoy. Sinceramente me estoy pensando venirme a vivir aquí, lo he pensado un poco y cuando el embarazo este más avanzado, necesitare un poco de ayuda.
Después de desayunar, Carlos se pone otra vez con el ordenador a trabajar y yo me voy al salón a ver un rato la televisión, pero al no encontrar nada que me enganche, decido apagarla. Cojo el móvil y le mando un mensaje a Lucia. Recibo casi de inmediato una respuesta suya, preguntándome como me encuentro y que Javier ha preguntado por mí. Le cuento lo que tengo pensado hacer, ya que a ella le afecta en el sentido de recogerla todos los días, y me dice que no me preocupe, que ella cogerá su coche. Me sabe mal, porque me gustaban los ratos de viaje en coche con ella, aprovechábamos esos momentos para contarnos nuestras cosas, para cantar alguna canción que salía en la radio que nos gustaba y para reírnos con las bromas que hacían por antena.
Estoy tan concentrada escribiéndome mensajes con Lucia que cuando siento que me tocan por la espalda doy un grito al asustarme.
-          ¡Que susto me has dado! – cuando me giro, veo que es Carlos – No te esperaba. –
-          Es mi casa Paula, si no me esperabas a mi ¿a quién iba a ser? – Carlos se ríe y cada día me gusta más su risa, es muy contagiosa. – He terminado de trabajar, podemos ir a comer fuera hoy ¿te apetece? –
-          Sí, pero me gustaría pasar por mi casa a coger unas cosas y cambiarme de ropa. Y no quiero un sitio tan pijo como la otra vez. –
Voy a aprovechar la comida para comunicarle a Carlos mi idea, y poder llevarme algunas cosas hoy.

Estoy mirando en mi armario y no sé qué ponerme, sé que es un clásico de las mujeres, pero es cierto, no sé qué ponerme, porque tener…tengo bastante ropa, pero hoy…como no he ido al trabajo…pues estoy como perdida. Al final me decanto por un vestido en tonos marrones y verdes de la marca Desigual, con medias marrones y mis botas planas. Preparo en una bolsa varias mudas más, ropa interior y en mi neceser echo todo tipo de cremas, cepillo de dientes, pasta, colonia, etc.
Cuando bajo a la entrada, Carlos me mira con cara de interrogación.
-          ¿Te vas de viaje y no me he enterado? –
-          Más o menos – le contesto y me rio – tengo que decirte una cosa. Siéntate en el sofá por favor. – hace lo que le pido. – He estado pensando en tu propuesta…y creo que sería bueno no estar sola cuando el embarazo avance, ya que necesitare ayuda, y aunque aquí en mi casa Lucia puede llegar rápido, no es lo mismo que vivir con alguien que estará más pendiente. –
-          ¿Es cierto lo que estoy oyendo? ¿Te vienes a vivir conmigo? – Carlos se sorprende tanto que viene y me abraza tan fuerte que me deja sin aire.
-          Carlos…no…puedo…respirar… -
-          Perdona Paula. No sabes la alegría que me das. ¿Por eso llevas esa bolsa? Esta noche te quedas ¿no? –

Carlos no puede dejar de sonreír y me esta contagiando esa sonrisa suya que me encanta. Me abraza y me da besos por la cara. De repente me da un beso en los labios, y nos separamos por la impresión. Esas muestras de cariño me están empezando a gustar y se lo hago saber sonriéndole. Él me da su sonrisa, viene hacia mí y me abraza cariñosamente. 

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